El ingreso disponible se obtiene al restando los impuestos al ingreso de mercado y sumando transferencias sociales monetarias. Es el ingreso que los hogares pueden gastar. Aunque, en coherencia con la contabilidad nacional, aquí se incluyen los alquileres imputados a quienes son dueños del lugar dónde viven. Más adelante comentaremos el impacto de las transferencias en especie, que al sumarse, resultan en el ingreso nacional disponible.
La figura muestra la variación en los indicadores de desigualdad entre la predistribución, el ingreso disponible, y el ingreso disponible nacional, que incorpora los gastos en especie, principalmente de educación y salud.
Como se anticipa en la sección anterior, el impacto de la redistrubución monetaria es marginal en la mayoría de los casos. Y llega a resultar en avances de la desigualdad en los casos de Perú y de Mexico. En el resto de los países, las transferencias monetarias solamente logran contrarrestar levemente el efecto regresivo de los sistemas impositivos, lo que explica que los dos puntos más claros se encuentren casi siempre cerca unos de otros.
Es solamente al agregar los gastos en especie, que logramos ver
una verdadera baja en la desigualdad que se mide. Para discernir entre
los hogares que reciben estos beneficios, nuevamente nos basamos en los
perfiles descritos en el trabajo de CEQ, sobre la incidencia de
políticas publicas de educación y salud.
Una forma aún más clara de dimensionar el peso del gasto público en educación y salud, es analizando la composición del ingreso disponible. Como puedes ver, en la parte más baja de la distribución se encuentran los hogares que más benefician de estos programas, lo cual muestra que estos han sido bien focalizados. También se puede apreciar el menor volumen de las transferencias monetarias en comparación.
Éste último gráfico permite comparar el poder de compra de los hogares entre los países, rankeados por nivel de ingreso, al interior de los países. Permite, entre otras cosas profundizar las comparaciones más allá del ingreso promedio. Podemos ver, por ejemplo, que si bien el ingreso promedio de los chilenos es levemente superior al de Uruguay, el grueso de la población uruguaya tiene mayor poder adquisitivo que la población chilena. Es solamente el 30% más adinerado de Chile que se desmarca. Esto se explica principalmente por el nivel de desigualdad interno a cada país.